La Diosa Razón
- fran4933
- 30 sept 2023
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 5 oct 2023
"Todo el mundo adora algo. La única elección está en qué decidimos adorar."
David Foster Wallace.
En nuestro tiempo, hay una devoción generalizada a las capacidades de la razón. Una fascinación por la inducción o deducción de leyes y teoremas a partir de la observación directa de los hechos. Suponemos entonces que este es el progreso esperable de la consciencia humana, su forma más elevada. Pero los registros de muchas civilizaciones dan fe de que esto no ha sido así siempre y que en otros tiempos las personas se valían de mitos para determinar el sentido de su experiencia. ¿Cómo ocurre esta transición? Parece que la civilización griega es la primera en establecer estas leyes de la lógica, pero no las obtienen por generación espontánea. Es su obsesión por las figuras geométricas lo que ocasiona esta explosión de la razón. Lo irónico es que su veneración a la geometría es una herencia de Pitágoras, quien es una figura más cercana a un chamán o a un mago, que a un matemático. Su numerología, como se relata en los escritos pitagóricos, era una revelación divina, algo completamente ajeno a la experiencia empírica. Los números y las figuras eran herramientas para desentrañar los misterios del mundo espiritual, no se estudiaban en abstracto.
Sin embargo, el misticismo de Pitágoras se diluyó en Platón y se evaporó por completo en Aristóteles. Las figuras geométricas comenzaron a estudiarse como fuentes de conocimientos por sí mismas, y no como portales de un saber trascendental. Así es como nace la lógica, pues en las figuras geométricas las verdades derivadas de sus relaciones son autoevidentes. La observación de las relaciones entre las distintas figuras dictamina una certeza y una constancia que no se encuentra en ningún otro lado en la naturaleza, como es el caso por ejemplo del teorema de Pitágoras. Las relaciones se derivan de los hechos; se origina por primera vez este mantra de la razón.
Ahora bien, la necesidad de describir la lógica de la geometría requiere un idioma que se adapte a esto, que permita describirlo y plasmarlo por escrito para que sea perdurable. Y así se perfumó el lenguaje con este aroma intelectual, en el cual se busca siempre causalidad exacta entre los fenómenos (el modus ponens para dar un ejemplo). Nuestra manera actual de utilizar el idioma no admite incertidumbre, como sí lo hacía en tiempos pasados. Palabras primitivas del latín tales como "altus" significaban tanto alto como bajo; "sacer" tanto sagrado como maldito. La tensión entre los opuestos se mantiene en la palabra, sugiriendo que ambos opuestos son complementarios, dos caras de una misma moneda. Es claro que este es un idioma ilógico en el sentido estricto del término.
Nuestro lenguaje lógico por otro lado, coevoluciona con la aplicación de le geometría a los múltiples dominios que es capaz de alcanzar, siendo el principal las relaciones entre los cuerpos celestes, que alcanza su cenit con Newton. Esta impregnación del lenguaje por la lógica es finalmente advertida por el filósofo Ludwig Wittgenstein, en su principal obra llamada Tractatus Logico Philosophicus. En esta tesis el autor construye un método reduccionista mediante el cual es posible analizar cada proposición científica y/o filosófica para así determinar sus condiciones de verdad o falsedad; esto es, si todo lo que pregona la oración tiene anclaje al mundo real. Se concluye por supuesto, que hay proposiciones sin sentido; aquellas en las cuales no hay posibilidad de confirmación de lo dicho con la realidad. Son proposiciones que versan sobre lo supramepírico y que justamente es la filosofía la que está repleta de esto.
El éxito de la obra es particularmente álgido en un grupo de filósofos en Viena, conocidos como el Círculo de Viena, los cuales establecen que la aplicación de este método a las proposiciones de la ciencia y al filosofía es justamente la tarea de los filósofos. No se trata ya de especular sobre el sentido de la vida, el origen de la existencia, del yo o de Dios. Es justamente lo contrario; reconocer que estas son proposiciones sin sentido y que por ende, escarbar más sobre ellas es solo llenarse de tierra sin llegar a cultivar nunca nada. Este movimiento se conoce como positivismo lógico.

Ludwig Wittgenstein nunca estuvo de acuerdo con la interpretación que se hizo de su obra por parte del Círculo de Viena. Su interés era más bien derivar la metafísica como consecuencia natural de la lógica; nunca fue desprestigiar la metafísica.
Los enlaces del positivismo lógico con filósofos de alta jerarquía como Bertrand Russell catapultaron este movimiento, que además coincidió temporalmente con el éxito y la fama de Albert Einstein y su teoría de la relatividad general (quién además era amigo de Bertrand Russell). ¿Cómo se relacionan el positivismo y la relatividad general? Que la relatividad espacio-temporal desmentía las llamadas categoría a priori del idealismo kantiano. En simples palabras, Kant afirmaba que el espacio y tiempo eran absolutos; condiciones inherentes a la estructura misma de la experiencia humana, como una configuración por default de la consciencia. La teoría de Einstein más bien indicaba que el espacio y el tiempo no eran absolutos. Así, el positivismo se aprovecha de esta tensión para afirmar que los hechos (por ejemplo el eclipse de 1919 que de alguna forma ratificaba la curvatura del espacio por la masa solar predicha por Einstein) invalidaban las tesis de Kant, atizando así la idea de que la filosofía tiende a caer en sinsentidos por no estar interesada en la confirmación empírica. El Circulo de Viena entonces realiza un manifiesto firmado por físicos y filósofos, incluido Einstein, donde se consagra su rechazo absoluto a la metafísica como forma de conocimiento. Y realmente cuando Nietzsche afirmó: "Dios ha muerto", probablemente estaba en su agonía, pero este movimiento sí fue su crucifixión.
Es claro que había muchos intelectuales del siglo XX en contra de este movimiento, como Alfred North Whitehead y Henri Bergson, quienes continuaron integrando activamente la metafísica en sus escritos, inspirados por autores como Goethe, Schopenhauer y Ralph Waldo Emerson; todos ellos mantenían muchas doctrinas estoicas y platónicas en sus obras. Estas escuelas helénicas consideraban, cada una a su manera, lo espiritual como un pilar determinante de la realidad sensorial. Que la obra de estos autores sea desconocida es resultado nuevamente de la gran popularidad de la la teoría de la relatividad general. Henri Bergson y Albert Einstein mantuvieron fuertes tensiones sobre el significado del tiempo y ambos diferían significativamente; sin embargo, después de salir Einstein en todos los periódicos alabado como el nuevo Newton, ¿quién podría atreverse a contradecirlo?
Se terminó así de erigir entre 1920-1940 la estatua a la Diosa Razón, y la vena mística/espiritual de occidente se desangró casi por completo. Lo que esta sangre acarreaba era la Prisca Theologia, una supuesta verdad trascendental revelada a un supuesto autor egipcio llamado Hermes Trismegisto, quien se la heredó a Orfeo el griego, este a Pitágoras y Pitágoras a Platón. Esta verdad no trata sobre hechos del mundo, sino justamente del sentido de la vida. No tiene confirmación empírica porque son cuestiones trascendentales. La exanguinación no fue completa porque Pablo de Tarso, fundador del cristianismo, era un judío muy helenizado, expuesto no solo a las doctrinas platónicas sino también a los cultos dedicados a Orfeo que se realizaban en esta época. Estos dos representantes de la Prsica Theologia nutrieron placentariamente el cristianismo en sus orígenes. Se podría considerar el cristianismo como el Caballo de Troya que intentó mantener fluyendo esta sangre espiritual. Pero es claro que ya esta sangre coaguló. Si bien sus doctrinas permiten una vivencia sana en sociedad (el cristianismo auténtico por supuesto), este carácter místico-trascendental se esfumó.
Así que para lograr un contrapeso a la Diosa Razón y mantener un adecuado equilibrio es importante, a la hora de abordar lo espiritual, escoger bien el lenguaje y utilizar términos que no evoquen rechazo inmediato por considerarse proposiciones sin sentido. El primer paso en esta dirección me parece lo dio Aldous Huxley, al popularizar el concepto de filosofía perenne, en contraposición a Prisca Teología, que le contrarresta su connotación religiosa.
Solo a través de nuevos términos y de nuevos relatos podrá esta narrativa hablarle a la mente occidental e intentar disuadirla de su monoteísmo rígido a esta Diosa. Si pierde su monopolio, el costo de nuestra salud mental podría bajar significativamente de precio.
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