Sobre lógica y arte
- fran4933
- 25 nov 2023
- 2 Min. de lectura
La lógica y el arte (entendida como cualquier disfrute estético) tienen en común que ambas experiencias las calificamos instintivamente como dotadas de un ingrediente difuso que llamamos "sentido". Este sentido se manifiesta universalmente como una sensación de placer. El placer y la experiencia de que algo tiene sentido están tan intimamente relacionados que si estiro la analogía en mi mente todo lo que me sea posbile llego a considerar que son incluso lo mismo.
Y tanto el sentido como el placer son experiencias difíciles de describir por completo con palabras. Pero de alguna forman implican la advertencia de un mayor número de nexos entre hechos que previamente se consideraban aislados. Esto es más facil de notar en la lógica, cuya actividad medular es el enlace progresivo de premisas mediante deducción o inducción. En esta forma de placer se examinan sin embargo solo hechos externos al sujeto; se toman en consideración exclusivamente objetos de la naturaleza y el sujeto se abstrae de ella.
En el arte por otro lado, el sujeto forma parte, consciente o inconscientemente, de los hechos considerados y la percepción tácita de la interconexión del ego con los fenómenos no genera ya una conclusión racional; no es una solución matemática. El placer experimentado es el sentido puro sin pensamiento abstracto intermediario. Aquí la única ecuación valida es placer=sentido.
El placer estético es entonces la supresión parcial del control del ego sobre la experiencia cotidiana mediante el reestablecemiento de las íntimas y fundamentales conexiones entre el yo y el universo. Confirmo así que mi experiencia vital es más trascendental de lo que usualmente mi ego me deja ver.

Saturno devorando a su hijo. La pintura de Goya probablemente evoque con mayor intensidad a quienes son atormentados por el arquetipo saturniano, relacionado principalmente con el tiempo, la mortalidad, la ancianidad y la muerte. El nigredo alquímico necesario para la generación de forma superiores.
Así, la supresión parcial del sentimiento de aislamiento del yo respecto al universo evoca una experiencia de sentido manifestada no mediante un pensamiento lógico tangible, sino mediante un trance extático (en su grado máximo claramente). El placer de la lógica es solo una sombra de este; es claramente disfrutable pero su intensidad es mucho menor al no lograr derribar el muro entre sujeto y objeto.
El placer del arte sí que lo derrumba, de forma que la causalidad o la razón de los hechos prescinde la necesidad de puentes lógicos. Los puentes se están experimentando directamente por el sujeto mientras se enlaza y entrelaza en un solo ente con el cosmos. Al diluirse progresivamente el yo en el universo, la "simpatía de todas las cosas" de Leibniz es autoevidente y las explicaciones de una experiencia en la que todo tiene sentido sobran; no tendrían efectivamente ningún sentido.
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